TALLER DE SUMI (4ª SESIÓN)
Con esta cuarta intervención de Natalia, finaliza el ciclo de pintura
Sumie que diera comienzo un mes atrás.
En esta última sesión, nos volvió a sacar a la calle para pintar con tinta.
La propuesta, lo mismo que la anterior vez en el Jardín Botánico, era concentrar
la atención sobre el paisaje de edificios, para una vez recordado, pintarlo sin
casi mirar.
De inmediato salvo excepciones, y como ha venido repitiéndose la mayor
parte de las sesiones, se manifiesta invencible la resistencia que opone el participante,
a dejar en suspenso un instante siquiera, la fuente única de su interés. Es tan
egoísta y poderoso el tirón de su inercia, tan irresistible, que difícilmente
le concede tiempo y espacio a otra cosa. Máxime si se trata de un ejercicio
abstracto de concentración como el que planteaba Natalia, a menos que la fuente
de su abstracción beba o comunique con ese centro, foco de su interés.
Comoquiera que sea, y repetimos que salvo excepciones, lo más notable
es la atracción que ejerce sobre el participante la llamada que le dirige ese
centro, a la que escucha precipitándose en él a la mínima que hay un descuido.
Y en verdad, no por otra razón que por haber encontrado modo de reinventar y recrear
lo mismo. Otra versión de abundar y ahondar en lo mismo de distinta forma, accediendo
a abrirle márgenes, espacio más ancho, en suma, perspectiva y horizonte que lo
alejan. Un “recorrido” nuevo, pues, que ha de llevarle por lugares que no sabía.
En efecto, la tinta china ha cumplido ese preciso cometido. En ese
sentido, se podría decir que ha sido… un pretexto, y sin embargo, no ha dejado
de ser por sí misma… pintura Suimie. Esto es lo ambiguo y extraño del caso. Que
consideraciones como el “vacío”, el tiempo de mirar, la atención, requisitos exigentes
que suponen renuncia y autocontrol, han sido por lo general relegados desde el
primer momento sin reparar en ellos el participante un solo momento, y sin
embargo, de otros modos y maneras, y atendiendo a otras razones, han dejado sin
duda su poso, han calado. Esa es nuestra impresión.
Luis Miguel Edjabua
Andrés Fernández
Por iniciativa de Natalia, y dado que parte de su obra como artista
trasciende al plano escenográfico y el arte “colaborativo”, decidió poner el
punto y final con un ceremonial consistente en elegir cada uno su propia piedra,
y pintarla de un único trazo para así, “sacar la pintura del papel” trasladándola
a las tres dimensiones del espacio. De ahí que terminásemos por colocar
nuestras piedras por turnos, siguiendo el dictado escrupuloso de Natalia, en
lugares improvisados que nos íbamos encontrando. El último de todos, resultó
además ser sonoro. Adjuntamos un archivo de vídeo que recoge ese momento:
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