sábado, 1 de junio de 2019


TALLER DE SUMI (4ª SESIÓN)



Con esta cuarta intervención de Natalia, finaliza el ciclo de pintura Sumie que diera comienzo un mes atrás.
En esta última sesión, nos volvió a sacar a la calle para pintar con tinta. La propuesta, lo mismo que la anterior vez en el Jardín Botánico, era concentrar la atención sobre el paisaje de edificios, para una vez recordado, pintarlo sin casi mirar.
De inmediato salvo excepciones, y como ha venido repitiéndose la mayor parte de las sesiones, se manifiesta invencible la resistencia que opone el participante, a dejar en suspenso un instante siquiera, la fuente única de su interés. Es tan egoísta y poderoso el tirón de su inercia, tan irresistible, que difícilmente le concede tiempo y espacio a otra cosa. Máxime si se trata de un ejercicio abstracto de concentración como el que planteaba Natalia, a menos que la fuente de su abstracción beba o comunique con ese centro, foco de su interés.
Comoquiera que sea, y repetimos que salvo excepciones, lo más notable es la atracción que ejerce sobre el participante la llamada que le dirige ese centro, a la que escucha precipitándose en él a la mínima que hay un descuido. Y en verdad, no por otra razón que por haber encontrado modo de reinventar y recrear lo mismo. Otra versión de abundar y ahondar en lo mismo de distinta forma, accediendo a abrirle márgenes, espacio más ancho, en suma, perspectiva y horizonte que lo alejan. Un “recorrido” nuevo, pues, que ha de llevarle por lugares que no sabía.

En efecto, la tinta china ha cumplido ese preciso cometido. En ese sentido, se podría decir que ha sido… un pretexto, y sin embargo, no ha dejado de ser por sí misma… pintura Suimie. Esto es lo ambiguo y extraño del caso. Que consideraciones como el “vacío”, el tiempo de mirar, la atención, requisitos exigentes que suponen renuncia y autocontrol, han sido por lo general relegados desde el primer momento sin reparar en ellos el participante un solo momento, y sin embargo, de otros modos y maneras, y atendiendo a otras razones, han dejado sin duda su poso, han calado. Esa es nuestra impresión.








Luis Miguel Edjabua



Andrés Fernández


Por iniciativa de Natalia, y dado que parte de su obra como artista trasciende al plano escenográfico y el arte “colaborativo”, decidió poner el punto y final con un ceremonial consistente en elegir cada uno su propia piedra, y pintarla de un único trazo para así, “sacar la pintura del papel” trasladándola a las tres dimensiones del espacio. De ahí que terminásemos por colocar nuestras piedras por turnos, siguiendo el dictado escrupuloso de Natalia, en lugares improvisados que nos íbamos encontrando. El último de todos, resultó además ser sonoro. Adjuntamos un archivo de vídeo que recoge ese momento:

 


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